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Niños Raros
Hace poco, estuve hablando con una amiga que me contó que
estaba preocupada por su hijo de 6 años. No conozco al crío pero parece que es de lo
más normal. Le gusta la pasta y el arroz blanco, como a casi todos, y por lo demás, no
da demasiados problemas. Saca buenas notas, lo que es, dependiendo de a qué edades,
normal si tienen un entorno familiar estable, y pega patadas al balón de fútbol como la
misma poca fortuna que cualquiera. Por eso, cuando la tutora le convocó a una entrevista,
ella se sorprendió, y acudió no sin cierta preocupación a la entrevista.
No era grave, al niño no le pasaba
nada, salvo que "hablaba raro".
"Pues vaya", pensó mi
amiga. "A saber qué entienden en esta escuela con eso de hablar raro
"
La maestra continuó diciendo que el
niño hablaba de cosas que sus compañeros de clase no entendían, tanto que ya empezaban
a mirarlo como a un bicho raro. Sus compañeros de clase y juegos dicen de él que
"habla raro".
No, no se trata de que habla en otro
idioma, o de un problema de dicción. Tampoco se trata de un niño superdotado.
Simplemente, lo que ocurre es que tiene acceso a más información que la media de su
edad. Acceso a un ordenador y a diversas enciclopedias en su mayoría regaladas por los
periódicos los domingos, además de la Encarta, faltaría más.
Resulta que si el crío dice que le
gusta el Adagio de Albinoni, o que Sibelius le parece aburrido, lo natural es que sus
compañeros de clase lo miren como a quien acaba de ver a un bicho raro. Dirá más de uno
que tiene razón el crío con eso de que Sibelius es un poco plasta, pero mi amiga,
siempre preocupada por la más absoluta normalidad de la infancia de su retoño, está por
confiscar tanta cultura multimedia, devolviendo a su hijo al mundo de los juegos
infantiles, sean éstos en forma de CD-ROM o incluso a un bodrio televisivo alienante, en
donde se les ofrezca un lenguaje que tiene más de virtual que de real, lleno de
"muchas marchas", "guay" y "a topes". ¿Verdad,
"compis"?
Es una de las consecuencias de la
modernidad tecnológica. Excesiva información a tan temprana edad puede ser perjudicial
para la salud. Como poco, perjudicial para las relaciones sociales. En este caso, se
demuestra que lo son.
Tengo a un amigo al cual, de crío,
tuvieron que confiscarle "Crimen y Castigo". Su edad era tan temprana que el
libro le atormentaba a pesadillas. Al hijo de mi amiga, las pesadillas se las pueden dar
sus compañeros de juegos. El pobre niño en un rincón del patio. El niño raro.
De todos modos, la solución esta
cerca. Dentro de poco, todos los críos tendrán a su alcance un ordenador y una
enciclopedia, y el niño raro será el estándar. Qué alegría. Otro motivo de
preocupación para nuestra generación. A sus ojos multimedias, una generación de
ancianos. Tremendo.
Como siempre, espero vuestros
estimulantes comentarios en [email protected].s
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